miércoles, 29 de agosto de 2012

Un día en el parque de atracciones II


 *Nota 3: Para quien no le suene este título, mejor leer la entrada desde el principio. Dejo el link aquí (scrolls down innecesarios a mí!)

Momento aserradero
-         ¡Lo mejor de esta atracción es la segunda bajada!- gritaba Minus desde atrás. – Nenuf, ¿estás preparada para una de nuestras poses?
La barca era de tres, por lo que esta vez a ninguna nos tocó ir solas. Íbamos en fila de uno: yo ocupaba el asiento de adelante, Nenúfar después y Minus en último lugar.
-         Claro, ¿cómo salimos esta vez? ¿así? – Nenuf hacía el símbolo de la victoria con las manos.
-         Yo…. Intentaré sonreír… - Me atreví a mascullar entre dientes.

Bajada en 4, 3… me agarré a las barras de los laterales con todas mis fuerzas.”¡¡Ueeee!! ¡¡Vamos allá!!” Minus y nenúfar seguían en plena exaltación… 2… noté que iba a salirme de la barca de un momento a otro, agaché la cabeza para que el momento pasara lo más rápido posible… 1…. Y… ¡¡zaasss!! ¡¡¡en toda la boca!!! En centésimas de segundo la barca se inclinó, cogió impulso, yo me acojoné aún más si cabe, mis amigas levantaron las manos para posar, la barca se precipitó al vacío y… yo me comí la barra delantera. Era tanto el miedo que me recorría, que de tanto encogerme terminé estrellando literalmente mi cara contra la barra de enfrente.

Después de tantas emociones fuertes y con el labio dolorido decidimos descansar un rato. Nos dejamos caer sobre el césped fresquito y sacamos nuestros bocatas de domingueras. El descanso duró poco, porque a medida que menguaba el bocadillo aumentaba la lista de atracciones que nos quedaban por disfrutar. O sufrir, según se mire.

El día se estaba dando bastante bien hasta ese momento. Soplaba una brisa casi imperceptible que aligeraba la temperatura, permitiéndonos caminar todo el día sin desprender una gota de sudor. A la vez el sol calentaba en lo alto, lo que nos hacía secarnos en cuestión de minutos tras una atracción de agua.

Nos sacudimos la hierba de los vaqueros y buscamos con la mirada nuestro próximo objetivo anti-digestión.

Momento tornado
Esta vez sí que tuvimos que esperar cola, por primera vez en todo el día. No era muy larga, pero sí lo suficiente como para darnos tiempo a interactuar con los chicos de la taquilla. Una vez en nuestros asientos, Javi nos abrochó los cinturones mientras piropeaba a Minus. Escuchamos a uno de sus compañeros

-         ¿Están todos listos en tu fila?
Javi clavó sus ojos en los míos.
-         Sí, solo faltan estos tres asientos, que no funcionan. – Se refería a los nuestros. No me dio tiempo a gritarle que me bajara inmediatamente, porque salimos despedidos looping arriba. Esta vez sí que solté las manos, abrí los ojos y pasé de gritar en modo señora asustada a modo adolescente alocada. Progresaba a pasos agigantados.

Por último, nos llegó la hora del Viejo Caserón. Como  toda aventura digna, el momento álgido espera al final del recorrido.

Momento Casa del Terror
-         Yo voy en medio, lo siento, esto sí que me acojona. – Nenúfar olvidó la valentía que hasta entonces le había acompañado y empequeñeció unos cuantos centímetros.
-         ¡Venga ya, que la miedica soy yo, no tú! – Intenté animarla de un empujón.
-         ¡¡Pero que me he puesto a gritar en la zona de niños porque se me ha acercado un Gormiti!! ¡¡UN GORMITI AZUL!!

Minus y yo nos reímos a carcajadas, yo acepté a ocupar el último lugar y Minus, como siempre liderando y sin un ápice de miedo en su expresión, se ocupó del primero.

A las puertas del caserón nos esperaba un hombre musculado y convenientemente vestido de negro.
- Estáis a punto de pasar a la Casa del Terror. Permaneced siempre juntos, no os separéis en ningún momento… - y así continuó su retahíla durante varios minutos, con voz grave y pausada. Yo, agarrada a Nenúfar, notaba el parkinson en sus manos. Una vez hubo terminado el sermón, ésta se atrevió a preguntarle con una mezcla de pena y terror en su voz
- ¿Pero y… cuánto… dura?
- Cuarenta y cinco minutos.

Con estas, nenúfar se dio la vuelta y todo el grupo de 7 personas nos dirigimos a la puerta indicada.
Nada más entrar a aquel escenario oscuro, únicamente iluminado por una tenue luz mortecina, todo mi cuerpo se contagió del parkinson de nenúfar. Me pegué a ella cual lapa estrujándole las manos. Un hombre con voz distorsionada y ojos amarillos nos dio las primeras indicaciones, pero yo era incapaz de prestar la más mínima atención. Continuamos por el camino marcado, mientras Minus comentaba con mofa cada decorado y monstruo que estaba a punto de aparecer. La pareja de detrás nos animaba, y se reía cada vez que nenúfar y yo ensordecíamos sus tímpanos con gritos despavoridos.
Pasillos estrechos con monstruos enjaulados que no dudaban en alargar la mano, salas con decorados terroríficos y figuras siniestras que acechaban tras las esquinas.
De pronto, un loco con cara de loco y ataviado con bata de loco apareció de la nada y se plantó a 2 centímetros de nuestras caras.
-         ¿A vosotras qué os pasa? – Ambas, nenúfar y yo, chillamos hasta quedarnos sin voz. El loco no se dio por vencido. De un salto apareció de nuevo a nuestro lado, mirándonos con sus ojos morados de loco y su tez pálida de loco y sus manos con sangre de loco. Entonces pronunció las palabras más aterradoras jamás dichas.
-         ¿Os gustan… las tartas?

Ante tal provocación no pudimos evitar chillar todavía más fuerte y salir corriendo, como si nos hubiera dicho que nos rebanaría la cabeza y nos cortaría en pedacitos.
Por suerte Minus frenaba nuestro paso justo a tiempo, de no ser por ella nos hubiéramos saltado el recorrido un millón de veces.
-         ¡Mirad, una sala llena de jamones! – Minus se refería a un habitáculo lleno de cuerpos vendados que colgaban del techo, ensangrentados. Para atravesar la habitación debíamos sortearlos, lo que debía causarle mucha diversión. La pareja de delante se reía de las ocurrencias de Minus, que parecía estar pasándolo en grande. Como si estuviera en un parque de atracciones. Ja.

Nenúfar y yo continuábamos fusionándonos hasta casi ser una, digievolucionando hasta el estado de flanes perfectos.
-         Ahora viene la niña del exorcista, atentas porque aquí hay cámara y tenemos que salir bien en la foto. - ¡Maldita tranquilidad de Minus! ¡Maldita manía de posar! Justo antes de entrar, Minus se dio la vuelta sobresaltada
-         ¡Pero bueno! ¿¿Se puede saber quién me ha clavado un piño en la espalda??

Nenúfar otorgaba en silencio, justo detrás y encorvada como un gollum de aspecto aniñado. Minus le dirigió una mirada compasiva y continuó hacia la habitación de la niña del exorcista como si caminase hacia el photocall de una premiere.

Yo, desde atrás, no dudé en empujar con todas mis fuerzas al grupo para pasar a aquella pesadilla de sala. Cuando por fin alcanzamos el pasillo de salida, tocó la mítica última carrera de terror para escapar del hombre de la motosierra.

Al ver de nuevo la luz del día yo tenía el corazón en un puño y nenúfar no sabía si reír o llorar. Hablaba de forma entrecortada, le temblaba la voz y tiritaba como si hubiera pasado horas en una cámara frigorífica. A su lado, Minus no podía contener la risa.

Aún superando el estado de shock, nos acercamos a ver la instantánea. Minus saludaba a la cámara, alegre. Nenúfar la seguía, encogida y sin soltar mi mano. Yo estaba demasiado ocupada empujándolas con todas mis fuerzas para salir de allí, por lo que mi expresión no era muy favorecedora. Después de pagarla nos quedamos un ratito junto al puesto comentando la jugada. Entonces alguien nos llamó desde dentro de la caseta. Era el chico forzudo, el que nos había explicado las normas a seguir antes de entrar.
-         ¿Cómo han ido esos 45 minutos? – preguntó, sarcástico.
-         ¡Los peores 45 minutos de mi vida! – Nenúfar pronunció la primera frase seguida desde que habíamos salido de la casa.
-         Bueno… hemos tenido un problemilla con la impresora, y bueno.. qué casualidad, ha salido otra foto de más de las vuestras. Podéis quedarosla si queréis.

Sonreímos educadamente y yo di las gracias mentalmente por tener unas amigas tan guapas.

-         ¡Una para Londres, y otra para que te la quedes tú! – Era verdad. Por unas horas había olvidado que mis amigas se marchaban a Londres y me abandonaban a la deriva en mi querido Madríz. Pero no era momento para ponerse triste, tampoco lugar. Los parques de atracciones no están hechos para eso. Así que decidimos dar unas cuantas oportunidades más a las atracciones hasta que empezó a anochecer.

A las 9 de la noche, con más adrenalina de la que jamás pensábamos albergar, convinimos finalizar nuestra jornada de revival teenager. Era tarde, y aunque nuestro cuerpo acumulaba muchas emociones fuertes, aún quedaba el último sprint. Cogeríamos de nuevo el coche, pondríamos rumbo a mi casa, cenaríamos allí y saldríamos donde nos dictara la noche. Pero, en lenguaje bloguero, eso ya es otro post.

P.D. obligada-. Después de todo, dos cosas quedan claras:
1-. Aunque a veces vaya de dura por la vida, no soy más que una nena. 
2-. Mis amigas, de apariencia frágil y delicada, tienen más pares de narices que muchos machos ibéricos conocidos y por conocer. Juntos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario