miércoles, 29 de agosto de 2012

Un día en el parque de atracciones II


 *Nota 3: Para quien no le suene este título, mejor leer la entrada desde el principio. Dejo el link aquí (scrolls down innecesarios a mí!)

Momento aserradero
-         ¡Lo mejor de esta atracción es la segunda bajada!- gritaba Minus desde atrás. – Nenuf, ¿estás preparada para una de nuestras poses?
La barca era de tres, por lo que esta vez a ninguna nos tocó ir solas. Íbamos en fila de uno: yo ocupaba el asiento de adelante, Nenúfar después y Minus en último lugar.
-         Claro, ¿cómo salimos esta vez? ¿así? – Nenuf hacía el símbolo de la victoria con las manos.
-         Yo…. Intentaré sonreír… - Me atreví a mascullar entre dientes.

Bajada en 4, 3… me agarré a las barras de los laterales con todas mis fuerzas.”¡¡Ueeee!! ¡¡Vamos allá!!” Minus y nenúfar seguían en plena exaltación… 2… noté que iba a salirme de la barca de un momento a otro, agaché la cabeza para que el momento pasara lo más rápido posible… 1…. Y… ¡¡zaasss!! ¡¡¡en toda la boca!!! En centésimas de segundo la barca se inclinó, cogió impulso, yo me acojoné aún más si cabe, mis amigas levantaron las manos para posar, la barca se precipitó al vacío y… yo me comí la barra delantera. Era tanto el miedo que me recorría, que de tanto encogerme terminé estrellando literalmente mi cara contra la barra de enfrente.

Después de tantas emociones fuertes y con el labio dolorido decidimos descansar un rato. Nos dejamos caer sobre el césped fresquito y sacamos nuestros bocatas de domingueras. El descanso duró poco, porque a medida que menguaba el bocadillo aumentaba la lista de atracciones que nos quedaban por disfrutar. O sufrir, según se mire.

El día se estaba dando bastante bien hasta ese momento. Soplaba una brisa casi imperceptible que aligeraba la temperatura, permitiéndonos caminar todo el día sin desprender una gota de sudor. A la vez el sol calentaba en lo alto, lo que nos hacía secarnos en cuestión de minutos tras una atracción de agua.

Nos sacudimos la hierba de los vaqueros y buscamos con la mirada nuestro próximo objetivo anti-digestión.

Momento tornado
Esta vez sí que tuvimos que esperar cola, por primera vez en todo el día. No era muy larga, pero sí lo suficiente como para darnos tiempo a interactuar con los chicos de la taquilla. Una vez en nuestros asientos, Javi nos abrochó los cinturones mientras piropeaba a Minus. Escuchamos a uno de sus compañeros

-         ¿Están todos listos en tu fila?
Javi clavó sus ojos en los míos.
-         Sí, solo faltan estos tres asientos, que no funcionan. – Se refería a los nuestros. No me dio tiempo a gritarle que me bajara inmediatamente, porque salimos despedidos looping arriba. Esta vez sí que solté las manos, abrí los ojos y pasé de gritar en modo señora asustada a modo adolescente alocada. Progresaba a pasos agigantados.

Por último, nos llegó la hora del Viejo Caserón. Como  toda aventura digna, el momento álgido espera al final del recorrido.

Momento Casa del Terror
-         Yo voy en medio, lo siento, esto sí que me acojona. – Nenúfar olvidó la valentía que hasta entonces le había acompañado y empequeñeció unos cuantos centímetros.
-         ¡Venga ya, que la miedica soy yo, no tú! – Intenté animarla de un empujón.
-         ¡¡Pero que me he puesto a gritar en la zona de niños porque se me ha acercado un Gormiti!! ¡¡UN GORMITI AZUL!!

Minus y yo nos reímos a carcajadas, yo acepté a ocupar el último lugar y Minus, como siempre liderando y sin un ápice de miedo en su expresión, se ocupó del primero.

A las puertas del caserón nos esperaba un hombre musculado y convenientemente vestido de negro.
- Estáis a punto de pasar a la Casa del Terror. Permaneced siempre juntos, no os separéis en ningún momento… - y así continuó su retahíla durante varios minutos, con voz grave y pausada. Yo, agarrada a Nenúfar, notaba el parkinson en sus manos. Una vez hubo terminado el sermón, ésta se atrevió a preguntarle con una mezcla de pena y terror en su voz
- ¿Pero y… cuánto… dura?
- Cuarenta y cinco minutos.

Con estas, nenúfar se dio la vuelta y todo el grupo de 7 personas nos dirigimos a la puerta indicada.
Nada más entrar a aquel escenario oscuro, únicamente iluminado por una tenue luz mortecina, todo mi cuerpo se contagió del parkinson de nenúfar. Me pegué a ella cual lapa estrujándole las manos. Un hombre con voz distorsionada y ojos amarillos nos dio las primeras indicaciones, pero yo era incapaz de prestar la más mínima atención. Continuamos por el camino marcado, mientras Minus comentaba con mofa cada decorado y monstruo que estaba a punto de aparecer. La pareja de detrás nos animaba, y se reía cada vez que nenúfar y yo ensordecíamos sus tímpanos con gritos despavoridos.
Pasillos estrechos con monstruos enjaulados que no dudaban en alargar la mano, salas con decorados terroríficos y figuras siniestras que acechaban tras las esquinas.
De pronto, un loco con cara de loco y ataviado con bata de loco apareció de la nada y se plantó a 2 centímetros de nuestras caras.
-         ¿A vosotras qué os pasa? – Ambas, nenúfar y yo, chillamos hasta quedarnos sin voz. El loco no se dio por vencido. De un salto apareció de nuevo a nuestro lado, mirándonos con sus ojos morados de loco y su tez pálida de loco y sus manos con sangre de loco. Entonces pronunció las palabras más aterradoras jamás dichas.
-         ¿Os gustan… las tartas?

Ante tal provocación no pudimos evitar chillar todavía más fuerte y salir corriendo, como si nos hubiera dicho que nos rebanaría la cabeza y nos cortaría en pedacitos.
Por suerte Minus frenaba nuestro paso justo a tiempo, de no ser por ella nos hubiéramos saltado el recorrido un millón de veces.
-         ¡Mirad, una sala llena de jamones! – Minus se refería a un habitáculo lleno de cuerpos vendados que colgaban del techo, ensangrentados. Para atravesar la habitación debíamos sortearlos, lo que debía causarle mucha diversión. La pareja de delante se reía de las ocurrencias de Minus, que parecía estar pasándolo en grande. Como si estuviera en un parque de atracciones. Ja.

Nenúfar y yo continuábamos fusionándonos hasta casi ser una, digievolucionando hasta el estado de flanes perfectos.
-         Ahora viene la niña del exorcista, atentas porque aquí hay cámara y tenemos que salir bien en la foto. - ¡Maldita tranquilidad de Minus! ¡Maldita manía de posar! Justo antes de entrar, Minus se dio la vuelta sobresaltada
-         ¡Pero bueno! ¿¿Se puede saber quién me ha clavado un piño en la espalda??

Nenúfar otorgaba en silencio, justo detrás y encorvada como un gollum de aspecto aniñado. Minus le dirigió una mirada compasiva y continuó hacia la habitación de la niña del exorcista como si caminase hacia el photocall de una premiere.

Yo, desde atrás, no dudé en empujar con todas mis fuerzas al grupo para pasar a aquella pesadilla de sala. Cuando por fin alcanzamos el pasillo de salida, tocó la mítica última carrera de terror para escapar del hombre de la motosierra.

Al ver de nuevo la luz del día yo tenía el corazón en un puño y nenúfar no sabía si reír o llorar. Hablaba de forma entrecortada, le temblaba la voz y tiritaba como si hubiera pasado horas en una cámara frigorífica. A su lado, Minus no podía contener la risa.

Aún superando el estado de shock, nos acercamos a ver la instantánea. Minus saludaba a la cámara, alegre. Nenúfar la seguía, encogida y sin soltar mi mano. Yo estaba demasiado ocupada empujándolas con todas mis fuerzas para salir de allí, por lo que mi expresión no era muy favorecedora. Después de pagarla nos quedamos un ratito junto al puesto comentando la jugada. Entonces alguien nos llamó desde dentro de la caseta. Era el chico forzudo, el que nos había explicado las normas a seguir antes de entrar.
-         ¿Cómo han ido esos 45 minutos? – preguntó, sarcástico.
-         ¡Los peores 45 minutos de mi vida! – Nenúfar pronunció la primera frase seguida desde que habíamos salido de la casa.
-         Bueno… hemos tenido un problemilla con la impresora, y bueno.. qué casualidad, ha salido otra foto de más de las vuestras. Podéis quedarosla si queréis.

Sonreímos educadamente y yo di las gracias mentalmente por tener unas amigas tan guapas.

-         ¡Una para Londres, y otra para que te la quedes tú! – Era verdad. Por unas horas había olvidado que mis amigas se marchaban a Londres y me abandonaban a la deriva en mi querido Madríz. Pero no era momento para ponerse triste, tampoco lugar. Los parques de atracciones no están hechos para eso. Así que decidimos dar unas cuantas oportunidades más a las atracciones hasta que empezó a anochecer.

A las 9 de la noche, con más adrenalina de la que jamás pensábamos albergar, convinimos finalizar nuestra jornada de revival teenager. Era tarde, y aunque nuestro cuerpo acumulaba muchas emociones fuertes, aún quedaba el último sprint. Cogeríamos de nuevo el coche, pondríamos rumbo a mi casa, cenaríamos allí y saldríamos donde nos dictara la noche. Pero, en lenguaje bloguero, eso ya es otro post.

P.D. obligada-. Después de todo, dos cosas quedan claras:
1-. Aunque a veces vaya de dura por la vida, no soy más que una nena. 
2-. Mis amigas, de apariencia frágil y delicada, tienen más pares de narices que muchos machos ibéricos conocidos y por conocer. Juntos.


martes, 28 de agosto de 2012

Un día en el parque de atracciones


*Nota: Por una vez, no le daré la razón a "Los Planetas". Este día dista mucho de ser una pesadilla.
*Nota 2: Esta entrada, como en anteriores ocasiones, irá por entregas (a riesgo de resultar soporífera para el despistado lector que aterrice aquí por casualidad)

-         ¿Sabemos cómo ir? – desde dentro, Nenuf organizaba las cosas para dejarme espacio en el coche.
-         Espera, voy a por el GPS. - Antes de entrar recorrí unos metros para hacerme con nuestra salvación. Abrí la puerta del chevrolet rojo y busqué por todas partes. Nada. Regresé de nuevo a la ventanilla de Nenuf.
-         Nada, que no lo tengo. Mis padres se lo han llevado al pueblo.
-         Genial. Entonces no sabes cómo vamos a llegar, ¿no?
-         Ni idea.

Abrí la puerta y me senté en el asiento del copiloto. Ya solo nos faltaba recoger a Minus y emprender el viaje a ninguna parte. Tres chicas carentes de todo sentido de la orientación.

Llegamos media hora antes de que abrieran las puertas, pero ya había al menos una veintena de personas esperando en la acera. Observé las enormes verjas desde lejos, apenas podía recordar la última vez que había estado allí. Lo que sí recordaba perfectamente era la mezcla excitación, nervios y euforia contenida que había sentido todas las veces que había contemplado esas verjas.

Tras dejar nuestro riñón en la taquilla corrimos hacia la primera atracción. La elección estaba clara.

-         Por favor… no… no me hagáis esto…. – el nenúfar rubio suplicaba en voz baja intentando arrastrarnos lejos del gigante naranja fosforito.
La atracción elegida era una de las más nuevas, una montaña rusa enorme de curvas imposibles que mareaba con solo mirarla. Minus y yo saltábamos las vallas entusiasmadas, con los ojos chispeando de ilusión.
-         ¡Pero, a ver, pero! ¡Mira, es que! ¡Si es mejor así Nenuf! ¡Ya verás!
-         ¡Sí, esto es como en la piscina! Cuando no te quieres meter pero sí… y entonces ¡zas! ¡Te metes de golpe! Así el sufrimiento se pasa antes, ¿no lo ves? ¡Imagínate ahí, metiéndote poco a poco… es una agonía!
La mirada nenufiana continuaba en modo gatito de shrek. No parecía compartir nuestros argumentos.
-         Pues yo la verdad… es que siempre me meto poco a poco en la piscina…

De poco le sirvió obligarnos a sentir sus pulsaciones, en menos de 2 minutos estábamos subidas a un vagón a punto de despegar hacia el Abismo. Metáforas aparte, ése era el nombre de la atracción.
A medida que el vagón comenzó a moverse por la estructura yo comencé a hablar, presa del pánico.

- No pasa nada, no pasa nada. Es solo una atracción, ¡qué divertido!- repetía con un tono de autoconvicción muy poco conseguido. - Va a ser muy divertido, no pasa nadaaaaAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHH!!!!!… - Pronto la primera subida puso mi estómago del revés y solo pude cerrar los ojos con todas mis fuerzas y gritar. Juro que no pude despegar los párpados ni un solo segundo, mi cabeza daba vueltas mientras aquello subía, bajaba, hacia loopings y retrocedía a unas velocidades vertiginosas. Estaba tan fuera de mí que cuando escuché, a mi lado, a nenúfar gritando mi nombre, solo pude contestar un acalorado “¡¡¡CÁLLATEEEEEEE!!!”
No volví a escuchar su voz en toda la atracción.

Al acabar y por fin pisar suelo firme, yo estaba blanca como el azúcar glass. Mi cabeza no me respondía y tenía la mirada perdida. Avanzamos por el asfalto mientras notaba las piernas temblando de la impresión. Mientras, Minus y Nenúfar comentaban eufóricas lo genial que había sido y se reían de mi aspecto fantasmal.

-         ¡Venga, vamos a la tarántula! – Ahora era Nenúfar, la misma que momentos antes pedía clemencia, la que nos animaba a correr hacia otra muerte fugaz.
-         ¡Y una mierda! – Tres minutos más tarde, las tres ocupábamos los asientos de la maldita tarántula.

De nuevo sacrifiqué mi garganta al son de gritos, gritos y más gritos. Para mi sorpresa, una vez hubo acabado la atracción mi nivel de adrenalina estaba por las nubes.

-         ¡Vamos a otra! ¡Más, quiero más!
-         ¿Qué os parece la mina?
-         Venga, algo un poco tranquilo…

Nos montamos en unas cajas metálicas destartaladas. Como éramos impares, era mi turno de montarme sola. Una vez en mi sitio y sin saber de qué iba la atracción, se nos acercó el chico encargado con cara de preocupación:
-         Por favor, no os olvidéis de abrocharos los cinturones. Es importante.
-         Claro, ahora mismo. – Dispuestas a obedecer, rebuscamos en los laterales de la caja algo parecido a un cinturón. Nada. Me levanté como una exhalación, histérica, imaginando el trágico accidente que estaba a punto de sucedernos.
-         ¡¡¡PERDONA!!! ¡¡POR FAVOR, NOS FALTAN LOS CINTURONES!!! ¡¡Y YO VOY SOLA, POR FAVOR!!!

Tardamos unos segundos en darnos cuenta de la risa del chico. Los mismos segundos que tardó nuestra cara en sonrojarse, mientras me sentaba despacito. La atracción en sí era una niñería que solo consistía en disparar a unas luces con pistolas láser, por lo que no entrañaba riesgo alguno y por supuesto carecía de cinturones de seguridad. “No se juega así  con el miedo de la gente” pensé, a la vez que reconocía que, en el fondo, había tenido su gracia.

Después de estas vinieron muchas atracciones más, porque para eso habíamos ido a pasar el día a un parque atestado de ellas. Minus y Nenúfar caminaban envalentonadas a una y a otra, agitaban los brazos en pleno looping y se reían en medio de una bajada. Posaban para las cámaras que te retratan en el peor momento, incluso planeaban qué muecas hacer. 

Como bien he aclarado al principio del post, esto va por entregas. Comencemos por un momento cualquiera.
Momento fiordos
-         ¡Venga chicas, poneos bizcas! ¿Qué os parece esta cara? – Minus ladeaba la cabeza, con la lengua afuera, los ojos cruzados y los brazos en posición descoordinada.
-         ¡Me gusta, sí! ¡Venga preparadas, que se acerca la bajada donde nos hacen la foto! ¿Bea, tú qué cara vas a poner?
-         ¡¡Ninguna!! ¡¡Ni de coña!! ¡¡¡Estáis locas!!! – Yo me aferraba con una mano al asidero de enfrente, mientras que con la otra agarraba el asiento de mi compañero imaginario. De nuevo me había tocado sola, y por alguna extraña razón soportaba mejor la presión y el miedo agarrando el respaldo de al lado cual novio primerizo en una sala de cine.

Cuando nos acercamos a ver la foto, ellas estaban fantásticas. No en el sentido acaparar portadas de revistas ni mucho menos, pero las dos aparecían haciendo el subnormal, relajadas y felices. Yo, en cambio, salía apretando la mandíbula y muy concentrada en mi papel de novio patético.

domingo, 26 de agosto de 2012

What girls love most in guys


Ya sea chico o chica, cualquier persona que decidimos tener a nuestro lado nos gana por la personalidad.
Cómo ve el mundo, cómo se ve él mismo, cómo te ve a ti o cómo ve al resto es lo que determina tu visión sobre esa persona independientemente de su físico.
Esta recopilación de puntos básicos no es cosecha únicamente mía, si no que es fruto de comparar experiencias propias y ajenas durante laaargo tiempo.
Y, ¡eh! Es válido tanto para cualquier tipo de relación, sea de la naturaleza que sea.

-         Sentido del humor. Que te haga reír.  Y no me refiero a que te cuente chistes o a que se esté haciendo el gracioso las 24 horas. Me refiero a que le sobre sentido del humor y lo regale, a que le vea el lado divertido de las cosas y disfrute con que tú lo veas también. Algo tan sencillo es vital. Que seáis capaces de reíros juntos hasta que os duela el estómago es un síntoma de solidez en la relación.

-         Humildad. Que sea humilde. Vale que cierta chulería pueda tener su punto, siempre que sea más una pose o un deje inconsciente que una actitud premeditada y estudiada. Pero la prepotencia, ya sea a nivel de discurso o de apariencia física, es un antídoto fulminante contra el atractivo. No hay nada peor que un chico que te mire por encima del hombro hablándote de sus vastos conocimientos sobre infinitos temas, incluso los que no te interesan un carajo. Que te exponga todas sus opiniones con tinte de meeting y que, por cierto, todas son acertadas.
En cambio, un chico/a que sepa conversar con gente de cualquier nivel cultural o social, sea educado y sepa escuchar, tiene mucho terreno ganado.

Y en cuanto al aspecto físico el caso es aún más flagrante: no hay nada peor que un chico que “es guapo y lo sabe”. Entendámonos, todos tenemos ojos en la cara para saber si uno es guapo, del montón o un orco de mordor. Pero sabéis a lo que me refiero. Cuando un chico/a es del tipo “es guapo y lo sabe” se casaría consigo mismo y tendría hijos solo para clonarse. Es el tipo de chico que cree que juega “en otra liga”, y piensa que todas las chicas caen rendidas a su paso. Por supuesto que su imaginación juega un papel clave en estas creencias, pero en su cabeza parece haber un globo inflado de ego que le impide separar realidad de ficción.

-         Average. Que sea normal. Vaya generalidad, ¿no? ¿Qué es lo normal y qué no lo es? No vamos a entrar en cavilaciones filosóficas porque si no este blog se llamaría “Cavilaciones filosóficas de LadyMadriz”, lo que no queda demasiado cultureta. Con el término “normal” nos referimos a sencillo, transparente, coherente con su forma de pensar, sin nada que ocultar ni disfrazar. Que se adapte a cualquier situación sin problema. Por supuesto que cualquier desequilibrio o extremo no entran dentro de la clasificación de “normal”.

-         Interesante. Que tenga tema de conversación. Experiencias que ha vivido, lugares en los que ha estado, ideas, pensamientos, absurdeces, en definitiva, cosas que contar…. Y que sepa escuchar. ¡Sí, ya sé! Muy de chica, ¿verdad? Pero la realidad es que a todos nos gusta ser escuchados. Y existe el pensamiento erróneo de que “aportar” en una relación es únicamente contar cosas, hablar… cuando realmente no es así. Un diálogo no se basa en “te cuento, y ahora me cuentas tú”. Puedo hablar de mis cosas, y tú puedes intervenir en ellas. Y cuando tú me cuentes lo que te apetezca, yo te pregunto, comento, te aconsejo, y no por obligación si no porque me interesa.
      Cuando te atrae una persona quieres conocerla, saber de ella, escuchar sus gustos, sus aficiones, su pasado. Y cuando ya la conoces y la quieres, te gusta saber qué tal le ha ido el día, escuchar la historia tan divertida que le ocurrió con sus amigos el finde pasado o sencillamente cómo se siente. Nos gustan las personas que nos enriquecen con sus historias, sus pensamientos y sus ideas, no cabe duda. Pero una relación no está hecha para ser unidireccional. También nos gusta que nos pregunten, nos escuchen y se interesen por nosotros.

-         Basic. Que te acepte tal y como eres. Con tus más y con tus menos. Que a pesar de todas tus virtudes y todos tus defectos, te siga admirando. Que nunca te niegue un abrazo es, quizá, la parte más fundamental de todas.

Seguro que muchos pensáis en la sinceridad, fidelidad, y otros tantos aspectos importantes en las relaciones… pero esa es otra historia. Esto no es más que un primer contacto, una “guía de bolsillo” para dummies. De las que me gustan a mí.
 

jueves, 9 de agosto de 2012

Pequeño desastre animal


Tengo un problema. Como los principios, si no le gustan tengo otros.
Pero hoy voy a hablar de uno que me atormenta desde hace casi 2 años. 2 años son muchos para cargar un problema, y más cuando tiene que ver con tu trabajo.

Quizá alguien pueda ayudarme, o a alguien le ocurre lo mismo y podemos formar un foro de cooperación mutua, y poco a poco quizá se una más gente que se atreva a confesar su afección y acabemos formando una asociación que luche por nuestros derechos.

Se trata de las reuniones de trabajo. Yo suelo ser una chica despierta, inquieta, que no me cuesta madrugar y en cuanto veo un síntoma de baja actividad me encasqueto dos cafés bien cortados. Esto suele pasar cada mañana. Ya casi como costumbre. Es raro que el cansancio o sueño me ataque durante el día. Me pone nerviosa dormir la siesta porque creo que estoy perdiendo el tiempo. Pero las reuniones… ay las reuniones.

Cuando entro en la sala intento concienciarme, animo a mi espíritu a seguir a tope con la COPE. Cierro la puerta tras de mí, respiro hondo y miro a la gente a los ojos como para advertirles que no, esta vez no ocurrirá. "¡¡HA!! Noohhhhamigos" - les digo telepáticamente - "¡¡Hoy noooh es vuestro día!!"

Pero ocurre. Siempre ocurre. Es comenzar a escuchar a los jefes explicando (no importa qué jefes), y un tic de bostezos me ataca sin preaviso. No puedo evitarlo, por más que lo intente. Bostezo sin querer una y otra vez, con apenas 3 segundos de diferencia. Juro que es cierto. Y es como el hipo, que no puedes parar aunque lo estés pasando realmente mal. Es entonces cuando intento todos los trucos para disimular mi tic bostecil: aprieto los dientes como si no hubiera un mañana, me muerdo la lengua hasta hacer muecas imposibles, se me empañan los ojos de la tensión acumulada. Hago que escribo para poder mirar hacia abajo y que mi careto de contracción intentando contener el huracán bostezo no sea visto por todos los asistentes. Al cabo de media hora estoy roja del esfuerzo, llena de lágrimas y con los ojos como pimientos morrones.

Lo peor no acaba aquí. Y no me refiero solo al hecho de que a veces los jefes, como es lógico, se dirigen a mí y puedo notar sus caras de “qué narices le pasa a esta chica”. Tampoco me refiero al hecho de que me toque hablar, y sea un espectáculo ridículo y denigrante.

Me refiero a que a este tic bostecil se le añade un segundo pseudos-problema: mi incapacidad para hacer dos cosas a la vez. Esta tara se traduce en que cuando escucho e intento coger notas, escribo cosas sin ningún sentido en absoluto. O escucho, o escribo. Intento tomar notas cada vez que se dirigen a mí mientras asiento con la cabeza, en modo “sí, lo tengo todo controlado”, pero en realidad estoy trazando palabras inconexas que mi subconsciente ha tomado como favoritas. Todos mis apuntes de reuniones son absolutamente inútiles. Casa con facebook concurso de trabajo con jardín”. Cuando pasa mi turno y leo lo escrito, rezo porque a nadie le dé por deslizar su vista hacia mi cuaderno. Esto sin contar con que, cuando se dirigen a todos y en mis vanos conatos de reprimir mis bostezos, me da por trazar formas con el boli. Todos escriben afanosos las tareas comunes, bien ordenadas y adornadas con puntos, flechas y guiones. Yo me abstraigo sin quererlo y comienzo a dibujar cuadraditos, cuadraditos con formas que llevan a otras, espirales con estrellas y cuadrículas dentro de cuadrículas de estrellas. De vez en cuando asiento de forma automática, como si estuviera al cargo del acta de la reunión y estuviese cumpliendo mi papel a la perfección.

Resultado: al final de la reunión tengo que cerrar mi cuaderno rápidamente y salir corriendo de allí con la cara roja y lágrimas en los ojos.
Para cuando llego a mi sitio y me siento, exhausta, en la silla frente al ordenador, el bostezo constante desaparece. Me tranquilizo por un instante, pero sólo hasta que abro mi cuaderno y observo todas esas frases absurdas rodeadas de formas geométricas sin orden ninguno. Casa con facebook concurso de trabajo con jardín + cuadrado-cuadrado-espiral con puntas acabada en estrella”.Para entonces solo puedo llevarme las manos a la cabeza y rezar porque mi mente haya captado todo subliminalmente, y sea capaz de hacer mi trabajo con un poco de dignidad.


domingo, 5 de agosto de 2012

Someday, somehow


Un día vendrás, me cogerás de la mano y no la soltarás aunque a veces me caiga.